La filosofía de la prevención de riesgos laborales y los libros de autoayuda: Jordan B.Peterson
Estaremos de acuerdo en que la prevención es un asunto transversal que inunda, o debe hacerlo, todos nuestros aspectos vitales. Y si hablamos de prevención de riesgos laborales, también coincidiremos en que debe encontrarse en todos los aspectos de la organización empresarial.
¿Quién no ha leído un libro de autoyuda? “12 Reglas para vivir mejor” de Jordan B.Peterson puede ser un buen ejemplo de este tipo de libros y puede relacionarse con nuestra profesión, la de prevencionista y, de este modo, darnos cuenta de que los conceptos que “vendemos” a diario tienen una traslación a la vida diaria y, además, percibir que los consejos vitales de los libros de autoayuda son perfectamente aplicables a nuestra tarea profesional.
Además, se lee fácil puede ser un argumento por el que leer “12 Reglas para vivir mejor”. La verdad es que su autor, el académico Jordan B. Peterson, profesor de Psicología de la Universidad de Toronto, no deja indiferente a nadie. Para quien no esté al corriente de la personalidad de Peterson y a modo de ejemplo, se negó a emplear en la relación con sus alumnos los neopronombres “ze, zir, they” de uso legal obligatorio en Canadá para dirigirse a quienes no se reconocen en los ordinarios “he, she”.
Y lo cierto es que casi todas las reglas tienen un sencillo resumen, pero no todas se dejan devorar fácilmente, como las habituales recetas de autoayuda. Cuando llegué a la Regla 7 sufrí algunos atascos y tuve que releerlo un par de veces. Su título: “Dedica tus esfuerzos a hacer cosas con significado, no aquello que más te convenga” me obligó a recuperar en mi memoria aleatoria registros históricos, religiosos y filosóficos que tuve que desoxidar y lubricar a conciencia.
Tanta ida y venida sobre el consejo de la regla no fue en vano y, por momentos, tuve la ilusión de que tienen un “traspasar” al mundo de la prevención.
Por ejemplo: gracias a Peterson, recuerdo que el trabajo es una de las maldiciones impuestas a Adán por su mala cabeza. Los prevencionistas nos ocupamos de conjurar los riesgos del escenario laboral, cada uno en su pequeño rincón del saber y del hacer, pero trabajar es una clase de sacrificio; y aquello de “trabaja en lo que te gusta y no trabajarás nunca más” es un embozo utopista que oculta una siniestra casuística de cardiopatías y otros efectos varios del estrés.
Y también gracias a Peterson entiendo la idea de que trabajar supone postergar la satisfacción inmediata en aras de un futuro mejor. Es decir: no trabajar me lleva a algo que me conviene en el presente (carpe diem, échate un sueñecito, déjalo para mañana), mientras que trabajar llena de sentido el futuro.
De la misma manera, trabajar sin prevenir es menos sacrificado que trabajar previniendo. Volver al almacén a por el EPI olvidado, hacerse vigilar la salud, recibir una formación supone redoblar el sacrificio que supone el trabajo. Trabajar sin el EPI satisface al imprudente perezoso que no cree que pueda sufrir un accidente en su última media hora de jornada; llevar varios años sin hacerse un reconocimiento médico puede significar pereza o temor a sus resultados, a cambio de un área temporal de confort; aprender sobre prevención de riesgos laborales (y no meramente asistir a un curso) da significado en forma de conocimiento, imprescindible si se quiere modificar un mal hábito.
Hay otra regla, la número 2 cuyo enunciado dice: “trátate a ti mismo como si fueras alguien que depende de ti”. Esta regla también, creo, tiene un “traspase” a la prevención de riesgos laborales. Acaso alguien me tome el relevo para comentarla…
Javier Abad Calonge
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