La OIT y el futuro del trabajo: Trabajar para un futuro más prometedor
Autor: Javier Cassini Gómez de Cádiz,
Auditor Jefe y Director en Prevycontrol, Auditora de SGPRL
Estaremos de acuerdo, todos los implicados en el mundo del Derecho y su aplicación no deben descuidar estar conectados con las líneas legislativas que pudieran generarse en un futuro próximo y que deberían emanar de los planteamientos de la Organización Mundial del Trabajo (OIT).
La necesidad de definir en qué situación se encuentra el mundo del trabajo, hacia dónde debe caminar y cuáles son las medidas que habría que tomar al respecto se consideran objetivos de primera magnitud que se estiman totalmente necesarios.
La OIT propició en 2.017, dentro de su seno, la creación de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo.
Ateniéndonos a funciones concretas, el objetivo de dicha Comisión era la realización de un examen a fondo del futuro del trabajo, que sirviera de base analítica para cumplir con el mandato en materia de justicia social en el siglo XXI. Desde luego un ambicioso objetivo.
El texto del Informe que resultara del examen citado debía ser de naturaleza estratégica, política y orientado a la acción y los bloques y asuntos sobre los que se debatió fueron:
- El papel del trabajo para los individuos y las sociedades
- Poner fin a la desigualdad generalizada de las mujeres en el mundo del trabajo
- La tecnología al servicio del desarrollo social, económico y medioambiental
- Gestionar el cambio durante cada fase de la transformación y la educación
- Nuevos enfoque de crecimiento y desarrollo
- La futura gobernanza del trabajo
La fecha estimada de presentación del Informe al respecto era a principios de 2.019 y la citada Comisión se ajustó a dicha previsión aportando un Informe reciente, concretamente con fecha 22 de Enero de 2.019.
Las líneas principales del Informe de la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, publicado bajo el nombre TRABAJAR PARA UN FUTURO MÁS PROMETEDOR, definen el futuro del trabajo, recomiendan revitalizar el contrato social, proponen realizar un programa centrado en las personas y exhortan a asumir responsabilidades.
El grueso del Informe se encuentra en el Programa centrado en las personas, del que destacamos lo siguiente como epígrafes de dicho apartado:
1. Aumentar la inversión en las capacidades de las personas
- El derecho a un aprendizaje a lo largo de la vida que permita a las personas adquirir competencias, perfeccionarlas y reciclarse profesionalmente.
- Incrementar las inversiones en las instituciones, las políticas y las estrategias que presten apoyo a las personas a lo largo de las transiciones que entraña el futuro del trabajo.
- Aplicar un programa transformador y mensurable para la igualdad de género.
- Proporcionar protección social universal desde el nacimiento hasta la vejez.
2. Aumentar la inversión en las Instituciones del Trabajo
- Establecer una Garantía Laboral Universal.
- Ampliar la soberanía sobre el tiempo.
- Garantizar la representación colectiva de los trabajadores y los empleadores a través del diálogo social como bien público, promovido activamente a través de políticas públicas.
- Encauzar y administrar la tecnología en favor del trabajo decente.
3. Incrementar la inversión en trabajo decente y sostenible
- Incentivos para promover inversiones en áreas clave en favor del trabajo decente y sostenible.
- Remodelar las estructuras de incentivos empresariales en pro de estrategias de inversión a largo plazo, y explorar indicadores suplementarios de desarrollo humano y bienestar.
Hasta aquí las recomendaciones de la OIT pero, ahora bien, los efectos, si los hay, de esta llamada de atención al mundo del trabajo -y al mundo en general- es normal que quepa esperarlos a muy largo plazo.
Esta opinión personal se basa, sin pretender realizar un análisis profundo, en varios motivos:
- La posible llegada de un modelo de trabajo más justo a nivel mundial se opone frontalmente a los modelos productivos, sólidamente implantados geográficamente en países subdesarrollados, de importantes empresas de los países del primer mundo.
- Las legislaciones laborales de los países del primer mundo no tienen absolutamente nada que ver con las que, en este momento, rigen las relaciones laborales en el tercer mundo, en algunos casos hasta inexistentes. Equilibrar esto se antoja complicado y, en todo caso, a muy largo plazo.
- La capacidad real de la OIT para tomar decisiones ejecutivas es muy limitada. Obviamente, se trata de un órgano mundial cuyas decisiones y/o determinaciones han de ser asumidas por los países miembros para que empiecen a tener efecto real. Y esto suele producirse con el tiempo y según qué acuerdos. No hay más que repasar los acuerdos que han sido asumidos por unos países y por otros no.
- Los avances tecnológicos propician cambios muy rápidos en los modelos de trabajo, que pueden provocar que un análisis de la situación actual se encuentre desfasado en poco tiempo.
- La globalización impide una actuación sobre un determinado bloque de países, dado que nos encontramos ante una economía global con influencia simultánea en todos los países del globo.
- La economía actual, la distribución y sus modelos productivos se basan, de un modo importante, en situaciones de desigualdad social entre países.
Conforme pasa el tiempo, parece que la situación del mundo del trabajo se deteriora aún más. Siempre nos ha parecido claro que para que unos avancen otros deben retroceder, y nadie está dispuesto a perder derechos ni comodidades en favor de otros, ni países ni personas. Todo debe pasar porque las personas tengan la opción de vivir y desarrollarse en sus países de origen, pero para esto -desde el primer mundo- debemos apoyar, por nuestro propio beneficio y sin condiciones, el desarrollo en países del tercer mundo o en vías de desarrollo. Dificil, ¿verdad?
Por algún lugar se debe empezar, pero queda mucho por andar…¿le dará tiempo a este planeta a ver una situación más justa y equilibrada en el mundo del trabajo?.